sábado, 26 de septiembre de 2009

Ella

Cada día cuando llego a mi casa ella me acompaña y me convence de que es mi mejor compañera, su fidelidad es innegable, pero mentiría si dijese que nunca pensé en dejarla, en embarcarme en nuevos retos y relacionarme en otros ambientes. Siempre he procurado llevarme bien conmigo mismo, entendí de chico que esa era la base para ser sociable, pero ella siempre me recuerda la posibilidad de que la sociabilidad no sea garantía de felicidad y me persuade en mi desazón frente a los mundos, es decir, al que a mí me rodea y con el que yo rodeo.

¿Que si la quiero? ¡Claro que la quiero! Porque con ella he pasado más de media vida, y nunca me ha fallado, aunque haya dado portazos en su castillo de marfil profetizando no volver a verla, obviamente en balde, me ha demostrado que no es fácil escapar de sus garras, y la razón no es su persecución enfermiza o su vanidad amorosa, sino llana y sencillamente, mi miedo. Sólo cuando sé y comprendo que realmente estamos solos ella y yo me siento seguro.

Debe ser que llevo dieciocho años durmiendo con ella y otros tantos soñándola.

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