viernes, 4 de diciembre de 2009

Ella sin Él

Se despidió sin agitar brazo alguno.
Aquella misma tarde, le confesó que el mundo se le había quedado pequeño.
- "
Quedáte..." - le contestó - "te construiré un mundo infinito..."
- Yo no quiero eso - replicó él.
- ¿Entonces qué
querés?
- Encontrar el límite...
- Estoy harta de límites, necesito equilibrio. ¿Cómo pretendes que sea feliz si me
obligás a perseguirte hasta los límites?
- Tu equilibrio no es felicidad, es seguridad en un futuro escrito. Digas lo que digas, ésta noche me marcho.
- Te acordarás de mí? - pregunto ella con la voz temblorosa después de un profundo silencio.
- Siempre me acuerdo de vos, pero la mitad de lo que vos te
acordás de mí.
- Volverás y tal vez ya no te esté esperando...
- Vuelva o no, vos y yo nunca habremos estado más cerca. - Dijo él con tono sereno.
- Eso no es complicado, siempre me llevaste la contraria.
- Eso implica que vos también me la llevaste a mí. Es paradójico pero los dos sabemos que la razón me pertenece.
- ¿Ya te
volvés a burlar de mí? Largáte y sé lo más feliz que puedas...

De repente, se abrió una grieta en el prado virgen de un pecho claro y aquel soñador se marchó para llevar sus latidos incansables y
rebosantes de amor imaginativo a otro cuerpo dispuesto para la esperanza.
Y ella quedó sola, encerrada en su palacio de huesos, al cargo de unos tristes músculos que durante toda una vida lamentaron la partida del único compañero que nunca se fatigó.

Lamentó tantas veces perderle, que terminó perdiéndose a si misma, y enloqueció gritando en la carencia que él había dejado escondida en su sinrazón.

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